Las series de animación oriental, del genial creador Miyazaki, han tenido mucho éxito en Europa. La última que realizo es la que más me gustó y le doy unos momentos de mis recuerdos.
La serie fue creada en 1981 por colaboración entre la cadena televisiva italiana RAI y la 'Tokyo Movie Shinsha' creadora de otras grandes series de animación oriental que han alcanzado mucha fama en nuestro país (Doraemon, Lupin III, etc.). Por problemas con los derechos, la serie sufrió un parón desde el año 1982 hasta 1984, cuando se reanudo, pero ya Miyazaki no siguió al cargo. Consta de 26 episodios que a veces continúan la trama y otras no. Pero mantienen a los personajes y las geniales maneras de resolver los casos.
Los personajes son todos animales caracterizados, principalmente perros de distintas razas, pero con cuerpos humanoides. Los casos no son los mismos que relatan las novelas de Conan Doyle, además normalmente los casos requieren ser resueltos por medio de acción, lo contrario que el Holmes original. No hay caso en el que el protagonista tenga que luchar con los puños, responder a tiroteos o realizar piruetas y manejar máquinas extravagantes a vapor. También tiene un gran éxito con las mujeres, las cuales siempre tienen que ser salvadas.
El personaje que más se asemeja al original es el Doctor Watson, quien sigue siendo el contrapunto al excéntrico Holmes. Tranquilo, sosegado y conciliador. Pero de vez en cuando torpón y despistado.
Con este personaje se denota la diferencia entre los perros-humanos, dado que la raza que lo representa es muy pequeña y sin embargo el es grande y rellenito.
El inspector Lestrade y su cuerpo de policía representan muy bien el papel de 'perros sabuesos', aunque un poco exaltados la mayor parte de las veces. Con mayor cantidad de personas, que buenas maneras.
El archi-villano, en este caso llevado a su máxima expresión es el profesor Moriarty, un típico enemigo escurridizo, muy rico y siempre perdedor, gracias a la gran astucia de nuestro héroe detective. Al cual tiene mucha envidia y del cual huye siempre cuando frustra sus maléficos planes. Al igual que sus esbirros, que normalmente son los que hacen todo el trabajo, disfrazados de las más variopintas formas, que normalmente fracasan por su ineptitud o las buenas artes de nuestros protagonistas.
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