Cuando vemos las películas futuristas echas hace cincuenta años, nos damos cuenta de que la imaginación nunca supera a la realidad, siempre vamos en direcciones parecidas, pero afortunadamente el final apocalíptico no ha llegado.
Cuando eres joven y ves una película que te fascina, la recuerdas para toda la vida. Este es uno de esos casos, aunque pase el tiempo, nunca dejo de ver esta película que tiene una historia compleja y con varias etapas.
Basada en la novela de H.G. Wells, un escritor fascinado por los viajes en el tiempo
La trama tiene de protagonista a un científico Inglés de finales del Siglo XIX, el cual reúne a unos amigos en su casa de Londres para explicarles que ha inventado una máquina que permite viajar en el tiempo y descubrir lo que depara el futuro.
Sus colegas no le creen y el solo se encamina a probar la máquina y adelanta unos años en el tiempo. Descubre mientras pasa el tiempo y evoluciona el mundo, que hay dos grandes guerras que afectan a la ciudad pero no la destruyen.
Aquí terminan los echos conocidos en la época de realización de la película. Basándose en los miedos dominantes en dicha década, había una guerra termonuclear que era lo que podía acontecer por la beligerancia mundial.
En la historia de la película ocurrió. Para salvarse el protagonista escapa adelantando el tiempo hasta pasar más de 10.000 años, donde descubre que la humanidad se ha convertido en un paraíso maldito, donde hordas de criaturas subterráneas han evolucionado en una sociedad industrial que tiene a los restos de los humanos de la superficie como ganado para alimentarse de ellos. Finalmente el protagonista se convierte en héroe de los esclavos, a los cuales tiene que liberar destruyendo la ciudad subterránea para recuperar su máquina y volver a su tiempo real en el recién inaugurado Siglo XX.
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