Otro año más llega el calor, con un sol abrasador, un termómetro castigador y como siempre sin poder escapar de aquí. Sin tener un mínimo punto de escape.
La playa, ese lugar que hace varios años que no disfruto, el año pasado fui a Barcelona y pise su playa de la barceloneta, pero no me pude bañar. No me baño en las aguas saladas de las costas desde el verano del año 2006, en que pude ir por los dos días, en un fin de semana a Valencia y me bañé en la playa de la malvarosa y puedo asegurar que lo disfruté mucho aunque el viaje en coche fue corto, pero muy cansado.
Pero son tiempos pasados. Hace tiempo que intento un plan parecido pero como no me valla solo, no lo conseguiré nunca.
La opción obligada de quedarme en la capital, con todos los encantos que le ven los turistas, es nefasta para alguien como yo que la veo todos los días, de norte a sur y de este a oeste. Me parece tan monótona que no creo que la disfrute hasta que la deje por un periodo largo de tiempo, cuando la eche de menos, si esto es posible algún día.
Intento pasar el trance estival visitando la piscina de familiares y amigos, para darme un pequeño chapuzón, sin molestar mucho, dado que siempre en las urbanizaciones con piscina los familiares gorrones, no somos bien revividos.
El último cartucho que gasto cuanto estoy de vacaciones es marcharme con la familia a mi pueblo, Villanueva de Alcardete, en la provincia de Toledo, Comunidad de Castilla la Mancha. Un lugar donde no hay nada que hacer nada más que repetir lo que hago en mi casa, con televisión y ordenador, pero sin acceso a Internet, con lo cual es como si volviera a veinte años atrás. Esta opción aunque muy relajante dado que desestresa mucho, termina siendo muy aburrida. Sirve para recargar las pilas, pero me quita las ganas de comunicarse con el resto del mundo el resto de las vacaciones, por culpa de la auto-marginación que visita en el verano.
¿Porque este comportamiento solitario? Yo lo achaco al calor, pero viendo al resto del mundo en la misma época, tengo que desestimarlo. Será un recuerdo reprimido de un momento pasado, que fue muy bueno o muy malo. Habrá que mirase el ombligo un poquito.
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