Yo nunca duermo, solamente sueño.

domingo, 16 de enero de 2011

Nada justifica la guerra, ni siquiera la paz

Desde el principio de los tiempos de la humanidad hemos resuelto nuestros problemas a base de violencia, a base de guerras, en definitiva a base de eliminar el factor contrario.

Cuando nuestro adversario tiene una visión distinta a la nuestra intentamos hacérsela cambiar, si no lo conseguimos pacíficamente lo hacemos a base de fuerza.
Si intentáramos ser más flexibles y analizar los puntos de vista e intentar buscar un acercamiento de posturas cediendo nuestra postura hasta que se empareje con la contraria, aunque al principio no nos agrade dicha situación, hay que adaptarse para mejorar.

Al final el tiempo equilibra lo bueno y lo malo. Lo que es perjudicial termina desechándose y lo beneficioso se adopta generalmente.
Esta practica ha conseguido que el mundo evolucione unas veces lentamente y otras rápidamente.

Siempre en un conflicto hay un vencedor y un vencido, pero siempre hay perdidas en los bandos. Dichas perdidas no pueden justificar ninguna ganancia.
Si hay un problema tiene que ser tratado desde su raíz e intentar solventarse sin violencia. Incluso los extremismos.
No se puede justificar una agresión para evitar recibir una futura.
Cuando hacemos eso nos igualamos al contrario siendo igualmente de extremistas.

Lo peor que podemos hacer es guiarnos por la envidia injustificada, la ira desproporcionada, la sinrazón. Tenemos que aceptar que no siempre tenemos razón. No podemos privar a nadie de su libre albedrío. Siempre haciendo las cosas es como se aprende, para bien o para mal.
Es mejor aconsejar y guiar que obligar y forzar.

La guerra, el terrorismo, incluso la discriminación y la violencia de genero son las mismas trabas que nos ponemos para conseguir evolucionar.
Solamente educándonos y tratando de mejorarnos conseguiremos evitar volver a los conflictos.

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