Aunque podría pasar perfectamente por un adicto a la manzana podrida, creo que no he calado tan profundamente como cabría esperar. Mirémoslo desde lejos, tengo un iPod donde escucho música, pero en cuanto puedo lo cambio por el móvil para lo mismo. Dicho teléfono no es el iPhone, tengo un aparato con cinco años que no tiene internet, pero tiene radio FM y tarjeta de extraible de 2GB para poner la música. Tengo un iPad mini, pero no lo utilizo para jugar ni para leer, solamente para probar las aplicaciones que hago. Para acabar decir que el iMac lo utilizo solamente para los programas, lo cual es un 20 por ciento del uso.
Ultimamente he vuelto al PC, a jugar a los juegos antiguos que tengo en WinXP, con una tarjeta aceleradora de gráficos decente, aunque no muy potente. Una tarjeta de audio para varios altavoces. Un ratón y un teclado decentes que no tienen problemas. En resumen una experiencia de juego completa, no un sucedáneo falso como la que me da el iMac. Aunque hay algunas posibilidades muy buenas como los juegos que tienen versión OSX en STEAM, son el 20 por ciento y nunca los mejores. Tengo juegos antiguos que en PC funcionan a las mil maravillas, pero sus equivalentes en OSX ya no funcionan en M-Lion. Ejemplo muy destacable es Diablo 2, el cual en PC funciona en idioma español en Windows 98, 2000, XP, Vista, 7 y 8. Al contrario que en Mac, que solo funciona en Snow Leopard y Leopard, además estando solamente en inglés.
La impronta Win/Intel está muy profunda en mi, no se cuando podré cambiar completamente de plataforma, bando o acera. Creía que la madurez me traería un cambio definitivo, pero los últimos hechos me confirman que tendré que esforzarme más o pedir que la marca de la manzana podrida ponga más de su parte para que la transición sea plena. A lo mejor esta situación es la ideal, compartir las dos plataformas aprovechando lo mejor de cada una. Antes de pasarme a Apple tantee durante un tiempo Linux, pero al igual que en OSX, me ha resultado muy difícil dejar los juegos atrás.
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