En la actualidad, casi todo el mundo lleva un teléfono multifunción con conexión permanente a Internet. Esto a parte de poder llevar el correo electrónico y las redes sociales al segundo, también permite editar documentos desde cualquier parte, guardarlos, compartirlos, imprimirlos, etc. Dado que dependen de una conexión a Internet puede que en algún momento no se puedan acceder a ellos, pero los programas de almacenamiento suelen tener la opción de guardar dichos documentos en el dispositivo, aunque no siempre nos permiten modificarlos. Google Docs y Office Online son los más conocidos y utilizados, pero hay más. Los hay gratuitos y de pago, ofreciendo casi las mismas opciones en modo libre, pero añadiendo diversas funcionalidades en los de pago. ¿Son realmente el futuro estas aplicaciones en la nube? Mi opinión es que sin dudarlo, ya son el presente. Solamente por el trabajo cooperativo entre distintas personas en distintos lugares ya es la mejor opción.
Otro de los mercados que ha supuesto un gran avance gracias a la nube es el de conversión de ficheros. Las grandes funcionalidades de los nuevos lenguajes de programación, junto a los grandes anchos de banda que suele haber en los países desarrollados (exceptuando España) han permitido que los usuarios tampoco tengan que tener instalado ningún programa de conversión. A los clásicos conversores de textos e imágenes que predominaban la dedada pasada, se han unido los conversores de vídeo, de archivos comprimidos, etc. Todos ellos de grandes tamaños y complejidad. Pero todo lo bueno también tiene un lado oscuro, como es la falta de privacidad. El tener los documentos en la nube implica que pueden ser escaseados e interpretados por el dueño del servidor. Las políticas de privacidad son un mar de legalidades incomprensibles que cuando quieren decir que nos guardan nuestros secretos, quieren decir que solamente los cederán al mejor postor.
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