Es muy triste que se celebre la fiesta del trabajo para los muchos que estamos sin trabajo. Da igual el tiempo que pase, hace un año, dos años. La situación cada vez va a peor. Las cifras económicas están cada vez peor para los que soterremos la pirámide social, los que estamos abajo de todos. Políticos, banqueros, empresas de servicios, grandes corporaciones y demás se han recuperado de la crisis gracias al expolio de la clase trabajadora, a la reducción de derechos laborales y de ciudadanía, a la eliminación sistemática de los derechos a una educación gratuita y de calidad o de una sanidad pública eficiente. Da igual en que parte de España se encuentre el trabajador, los antiguos feudos independentistas que tenían una economía boyante están en las mismas condiciones económicas que el resto o peor, como en caso de Cataluña, que cada vez tiene más problemas.
No hay otra salida que irse de este país que no quiere industrias, prefiere grandes complejos hoteleros, para que oleadas de turistas vengan a gastar dinero y las grandes empresas saquen ese dinero del país, gracias a leyes que no persiguen el fraude o lo perdonan para beneficio mutuo de políticos y empresarios. Las industrias se marcharon a los países subdesarrollados de Asia donde las condiciones laborales son muy deplorables, mientras esas empresas se asientan en paraísos fiscales. Las mismas condiciones que están quedando para los pocos trabajadores que quedan en este país. Solamente el veinte por ciento de los ciudadanos son trabajadores. Ellos tienen que sostener a todo un país, gobernado por unos políticos que tanto los de antes como los de ahora solamente miran por asegurarse el futuro mientras arruinan el de aquéllos que les votaron. Ahora se acercan otras elecciones y seguramente los mismos borregos que llevan votando a los dos partidos generalistas durante treinta años volverán a cometer el mismo error y nada cambiará.
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