Reconozco que no soy muy fan de las películas de zombis, pero de vez en cuando tengo que ver alguna de este género, dado el éxito que ha adquirido en los últimos diez años, siempre sacan algo relacionado con el tema. La estrenaron a principios de 2003, con un gran éxito de crítica y público, lo que era extraño en este genero, por entonces minoritario. Fue dirigida por Danny Boyle, un director que todos los temas que trata quedan muy bien representados y hay pocas cosas que criticarle, dado que siempre hace un trabajo genial. Las escenas de soledad en la ciudad de Londres son espectaculares, al igual que el resto de la película que exigieron una gran actuación del actor Cillian Murphy. Cuando hablamos de zombis o infectados, los muy aficionados a este género te pueden contar mil razones, pero para mi opinión: zombi es el que anda despacio y te sorprende desde cerca, infectado es el que corre que se las pela y te persigue hasta que lo aniquilas o te devora.
Con esta premisa, diremos que esta película es un viaje de un superviviente solitario en un país lleno de infectados. Empieza la película cuando el protagonista se despierta en un hospital y al salir a la calle descubre que toda la gran ciudad de Londres está desierta. Mientras busca comida y refugio descubre a los infectados y se libra de ellos gracias a unos supervivientes que le explican la historia del virus de la rabia incontrolable que se ha propagado rápidamente y a diezmado la población. Este grupo viaja a las afueras en busca de la casa del protagonista, pero son atacados por los infectados y tienen que volver a escapar a la ciudad, donde vuelven a encontrarse a otros supervivientes. Como han escuchado una transmisión de radio, deciden ir a buscarla. Cuando llegan son atacados por un grupo de militares que los retienen en una granja. Cautivos por este grupo de mercenarios, tienen que luchar para escaparse, aunque terminan heridos, logran llegar a una casa aislada, donde esperan el final de la epidemia.
Propuesta continuista para seguir alimentando el éxito. En 2007 se estrenó la secuela, dirigida por el español Juan Carlos Fresnadillo, quien tiene pocos trabajos, pero muchos seguidores. Puede que esta sea su película más destacada, lo cual tampoco es demasiado bueno, en mi opinión. Con un presupuesto muy superior a la original y con un argumento más entretenido consiguió buenas críticas, pero menor recaudación que la original. Como la formula ya estaba probada, decidieron dar el protagonismo a varios personajes, aunque Robert Carlyle destaca con una buena interpretación de un personaje que el guión hace muy forzado. La mezcla de personajes militares intentando seguir el procedimiento, con una familia perseguida por los infectados, hace que la trama a veces quede un poco extraña, pero la acción y el suspense están muy bien llevados. Esta segunda parte me gusta más que la primera, aunque sigo pensando que las situaciones forzadas de algunos personajes se podrían haber mejorado.
Se publico una novela gráfica que nos cuenta los hechos entre las dos películas un año antes del estreno de esta película. La trama de esta segunda parte nos cuenta, como unos pocos ciudadanos se han refugiado en una casa apartada, incluida la familia de Don. Llega un niño perseguido de infectados, los cuales les atacan y diezman al grupo, lo que les hace huir y separarse. Pasadas varias semanas los militares parece que han controlado la situación y la familia de Don vuelve a encontrarse en un campamento. La mujer parece estar infectada en letargo y la encierran, pero Don se mete en su celda y se infecta al besarla, volviendo a crear otra epidemia. Una pareja de militares consigue escapar con los dos hijos, que serán perseguidos por Don. El ejercito bombardea a los infectados, pero Don y otros pocos consiguen escapar al perseguir a los chicos. La persecución le cuesta la vida a algunos del grupo. Consiguen escapar de las islas Británicas a Francia, donde se ve como se ha extendido el virus que les perseguía.
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